Discurso del método.
Parte II, párrafos 1-5
Hallábarne por entonces
en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras que aún
no han terminado; y volviendo de la coronación del emperador hacia
el ejército, cogiome el comienzo del invierno en un lugar en donde,
no encontrando conversación alguna que me divirtiera y no teniendo
tampoco, por fortuna, cuidados ni pasiones que perturbaran mi ánimo,
permanecía el día entero solo y encerrado junto a una estufa, con
toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis pensamientos.
Entre los cuales fue uno de los primeros el ocurrírserne considerar
que muchas veces sucede que no
hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y
hechos por las manos de muchos maestros corno en aquellas en que uno
solo ha trabajado. Así vernos que los edificios que un
solo arquitecto ha comenzado y rematado suelen ser más hermosos y
mejor ordenados que aquellos otros que varios han tratado de
componer y arreglar, utilizando antiguos muros, construidos para
otros fines. Esas viejas ciudades, que no fueron al principio
sino aldeas, y que, con el transcurso del tiempo han llegado a ser
grandes urbes, están, por lo común, muy mal trazadas y
acompasadas, si las comparamos con estas otras plazas
regulares que un ingeniero diseña, según su fantasía, en una
llanura; y aunque considerando sus edificios uno por uno
encontraremos a menudo en ellos tanto o más arte que en los que
estas últimas ciudades nuevas, sin embargo, viendo cómo están
arreglados, aquí uno grande, allá otro pequeño, y cómo hacen las
calles curvas y desiguales, diríase que más bien es la fortuna
que la voluntad de unos hombres provistos de razón la que los ha
dispuesto de esa suerte. Y si se considera que, sin embargo,
siempre ha habido unos oficiales encargados de cuidar de que los
edificios de los particulares sirvan al ornato público, bien se
reconocerá cuán difícil es hacer cumplidamente las cosas cuando se
trabaja sobre lo hecho por otros. Así, también imaginaba yo que
esos pueblos que fueron antaño medio salvajes y han ido
civilizándose poco a poco, haciendo sus leyes conforme les iba
obligando la incomodidad de los crímenes y peleas, no pueden estar
tan bien constituidos como los que, desde que se juntaron, han venido
observando las constituciones de algún prudente legislador. Como
también es muy cierto que el estado de la verdadera religión, cuyas
ordenanzas Dios sólo ha instituido, debe estar incomparablemente
mejor reglado que todos los demás. Y para hablar de las otras cosas
humanas, creo que si Esparta ha sido antaño muy floreciente,
no fue por causa de la bondad de cada una de sus leyes en particular,
que algunas eran muy extrañas y hasta contrarias a las buenas
costumbres, sino porque, habiendo sido inventadas por uno solo, rodas
tendían al mismo fin. Y así pensé yo que las ciencias de los
libros, por lo menos aquellas cuyas razones son sólo
probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y
aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas
diferentes, no son tan próximas a la verdad como los simples
razonamientos que un hombre de buen sentido puede hacer,
naturalmente, acerca de las cosas que se presentan. Y también
pensaba yo que, como hemos sido todos nosotros niños antes de ser
hombres y hemos tenido que dejarnos regir durante mucho tiempo por
nuestros apetitos y nuestros preceptores, que muchas veces
eran contrarios unos a otros, y ni unos ni otros nos
aconsejaban siempre acaso lo mejor, es casi imposible que sean
nuestros juicios tan puros y tan sólidos como lo fueran si, desde el
momento de nacer, tuviéramos el uso pleno de nuestra razón y
no hubiéramos sido nunca dirigidos más que por ésta.
Verdad es que no vemos
que se derriben todas las casas de una ciudad con el único propósito
de reconstruirlas de otra manera y de hacer más hermosas las calles;
pero vemos que muchos particulares mandan echar abajo sus viviendas
para reedificadas, y muchas veces son forzados a ello cuando los
edificios están en peligro de caerse por no ser ya muy firmes los
cimientos. Ante cuyo ejemplo llegué a persuadirme de que no
sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar
un Estado cambiándolo todo desde los cimientos, y derribándolo para
enderezarlo; ni aun siquiera reformar el cuerpo de las
ciencias o el orden establecido en las escuelas para su enseñanza;
pero que, por lo que toca a las opiniones, a las que hasta
entonces había dado mi crédito, no podía yo hacer nada mejor que
emprender de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas
luego por otras mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado
al nivel de la razón. Y tuve firmemente por cierto que, por este
medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me contentase
con edificar sobre cimientos viejos y me apoyase solamente en los
principios que había aprendido siendo joven, sin haber examinado
nunca si eran o no verdaderos. Pues si bien en esta empresa veía
varias dificultades, no eran, empero, de las que no tienen remedio,
ni pueden compararse con las que hay en la reforma de las menores
cosas que atañen a lo público. Estos grandes cuerpos políticos es
muy difícil levantarlos una vez que han sido derribados, o aun
sostenerlos en pie cuando se tambalean, y sus caídas son
necesariamente muy duras. Además, en lo tocante a sus
imperfecciones, si las tienen -y sólo la diversidad que existe entre
ellos basta para asegurar que varios las tienen-, el uso las ha
suavizado mucho, sin duda, y hasta ha evitado o corregido
insensiblemente no pocas entre ellas, que con la prudencia no
hubieran podido remediarse tan eficazmente; y, por último, son casi
siempre más soportables que lo sería el cambiarlas, como los
caminos reales, que serpentean por las montañas, se hacen poco a
poco tan llanos y cómodos por el mucho tránsito que es muy
preferible seguirlos que no meterse en acortar, saltando por encima
de las rocas y bajando hasta el fondo de las simas.
Por todo esto, no puedo
en modo alguno aplaudir a esos hombres de carácter inquieto y
atropellado que, sin ser llamados ni por su alcurnia ni por su
fortuna al manejo de los negocios públicos, no dejan de hacer
siempre, en idea, alguna reforma nueva, y si creyera que hay en este
escrito la menor cosa que pudiera hacerme sospechoso de semejante
insensatez, no hubiera consentido en su publicación. Mis
designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios
pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí
solo. Si, habiéndome gustado bastante mi obra, os enseño aquí el
modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me
imite. Los que hayan recibido de Dios mejores y abundantes mercedes,
tendrán, sin duda, más levantados propósitos, pero mucho me temo
que este mío no sea ya demasiado audaz para algunas personas. Ya
la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas
anteriormente no es un ejemplo que todos deban seguir. Y el mundo
se compone casi sólo de dos especies de ingenios a quienes este
ejemplo no conviene en modo alguno, y son, a saber: de los que,
creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden contener la
precipitación de sus juicios ni conservar la bastante paciencia
para conducir ordenadamente todos sus pensamientos; por donde sucede
que, si una vez se hubiesen tomado la libertad de dudar de los
principios que han recibido y de apartarse del camino común, nunca
podrán mantenerse en la senda que hay que seguir para ir más en
derechura, y permanecerán extraviados toda su vida; y de otros que,
poseyendo bastante razón o modestia para juzgar que son menos
capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otras personas, de
quienes pueden recibir instrucción, deben más bien contentarse con
seguir las opiniones de esas personas que buscar por sí mismos otras
mejores.
Y yo hubiera sido, sin
duda, de esta última especie de ingenios, si no hubiese tenido en mi
vida más que un solo maestro o no hubiese sabido cuán diferentes
han sido, en todo tiempo, las opiniones de los más doctos. Mas
habiendo aprendido en el colegio que no se puede imaginar nada, por
extraño e increíble que sea, que no haya sido dicho por alguno de
los filósofos, y habiendo visto luego, en mis viajes, que no todos
los que piensan de modo contrario al nuestro son por ello bárbaros y
salvajes, sino que muchos hacen tanto o más uso que nosotros de la
razón; y habiendo considerado que un mismo hombre, con su mismo
ingenio, si se ha criado desde niño entre franceses o alemanes,
llega a ser muy diferente de lo que sería si hubiese vivido siempre
entre chinos o caníbales, y que hasta en las modas de nuestros
trajes, lo que nos ha gustado hace diez años, y acaso vuelva a
gustarnos dentro de otros diez, nos parece hoy extravagante y
ridículo, de suerte que más son la costumbre y el ejemplo los
que nos persuaden que un conocimiento cierto; y que, sin embargo,
la multitud de votos no es una prueba que valga para las verdades
algo difíciles de descubrir, porque más verosímil es que un
hombre solo dé con ellas que no todo un pueblo. No podía yo elegir
a una persona cuyas opiniones me parecieran preferibles a las de las
demás, y me vi como obligado a emprender por mí mismo la tarea de
conducirme.
Pero como hombre que
tiene que andar solo y en la oscuridad, resolví ir tan despacio y
emplear tanta circunspección en todo que, a trueque de adelantar
poco, me guardaría al menos muy bien de tropezar y caer. E incluso
no quise empezar a deshacerme por completo de ninguna de las
opiniones que pudieron antaño deslizarse en mi creencia sin haber
sido introducidas por la razón, hasta después de pasar buen tiempo
dedicado al proyecto de la obra que iba a emprender, buscando el
verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de
que mi espíritu fuera capaz.
- Investiga ¿A qué ejércitos perteneció Descartes? ¿En qué guerras participó?
- Descartes realiza una comparación entre dos tipos de cosas, las de la columna de la izquierda tienen una serie de inconvenientes, identifícalos, y las de la derecha una serie de ventajas identifícalas.Inconvenientes
VentajasObras hechas por muchos autores.
Obra hechas por un sólo autor
Edificios construidos por muchos arquitectosEdificio construido por un sólo arquitecto:
Ciudades viejas que evolucionan a partir de aldeas:
Ciudades nuevas
Pueblos salvajes que poco a poco se han civilizadoPueblos como Esparta que tuvieron un sólo legislador
Ciencias de los libros con razones probables
Razonamientos de un hombre de buen sentido
Nuestros apetitos y preceptores
El uso pleno de nuestra razón desde nacer
- Toda la columna de la izquierda está relacionada para Descartes con las características de la filosofía escolástica, investiga si este tipo de filosofía proporcionaba certeza, seguridad en el conocimiento, si permitía el avance de la ciencia, y si esa certeza se basaba sólo en la razón.
- La columna de la derecha del ejercicio 2 describe las características que Descartes ve en la nueva ciencia que nace con Galileo y el renacimiento, identifica si proporciona seguridad, certeza y permite el avance en el conocimientos, y si esas características se basan en la razón.
- Razona si según el texto teme Descartes ser tomado por un reformador.
- ¿Cuáles son los propósitos de Descartes?
- Si un científico o filósofo acepta precipitadamente una tesis ¿qué consecuencias no deseables puede tener?
- Si las opiniones o tesis de los doctos o sabios son contradictorias o dispares ¿es sensato seguirlas? ¿Qué sería lo sensato?
- ¿Qué precaución se toma Descartes?
- Explica el término razón, y reforma, según el texto.
- Sintetiza las ideas del texto mostrando en tu resumen la estructura argumentativa o expositiva del texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario