Discurso del Método P1, Prr. 6-14
Desde mi niñez fui
criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que
por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro
de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo
de aprenderlas. Pero tan pronto como hube terminado el curso de los
estudios, cuyo remate suele dar ingreso en la clase de los
hombres doctos, cambié por completo de opinión. Pues me embargaban
tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando
instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir
cada vez más mi ignorancia. Y, sin embargo, estaba en una de las más
famosas escuelas de Europa, en donde pensaba yo que debía haber
hombres sabios, si los hay en algún lugar de la tierra. Allí había
aprendido todo lo que los demás aprendían; y no contento aún con
las ciencias que nos enseñaban, recorrí cuantos libros pudieron
caer en mis manos referentes a las ciencias que se consideran como
las más curiosas y raras. Conocía, además, los juicios que se
hacían de mi persona, y no veía que se me estimase en menos que
a mis condiscípulos, entre los cuales algunos había ya destinados a
ocupar los puestos que dejaran vacantes nuestros maestros. Por
último, parecíame nuestro siglo tan floreciente y fértil en buenos
ingenios como haya sido cualquiera de los precedentes. Por todo lo
cual me tomaba la libertad de juzgar a los demás por mí mismo y de
pensar que no había en el mundo doctrina alguna como la que se me
había prometido anteriormente.
No dejaba por eso de
estimar en mucho los ejercicios que se hacen en las escuelas.
Sabía que las lenguas que en ellas se aprenden son necesarias
para la inteligencia de los libros antiguos; que la gentileza de
las fábulas despierta el ingenio; que las acciones memorables
que cuentan las historias lo elevan, y que, leídas con discreción,
ayudan a formar el juicio; que la lectura de todoslos buenos libros
es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados
siglos que los han compuesto, y hasta una conversación estudiada en
la que no nos descubren sino lo más selecto de sus pensamientos; que
la elocuencia posee fuerzas y bellezas incomparables; que la
poesía tiene delicadezas y suavidades que arrebatan; que en las
matemáticas hay sutilísimas invenciones que pueden ser de mucho
servicio, tanto para satisfacer a los curiosos como para facilitar
las artes todas y disminuir el trabajo de los hombres; que los
escritos que tratan de las costumbres encierran varias enseñanzas
y exhortaciones a la virtud, todas muy útiles; que la teología
enseña a ganar el cielo; que la filosofía proporciona medios
para hablar con verosimilitud de rodas las cosas y hacerse admirar de
los menos sabios; que la jurisprudencia, la medicina y demás
ciencias honran y enriquecen a quienes las cultivan; y, por último,
que es bien haberlas recorrido todas, aun las más supersticiosas y
las más falsas, para conocer su justo valor y no dejarse engañar
por ellas.
Pero creía también que
ya había dedicado bastante tiempo a las lenguas e incluso a la
lectura de los libros antiguos y a sus historias y a sus fábulas.
Pues es casi lo mismo conversar con gente de otros siglos que viajar.
Bueno es saber algo de las costumbre de otros pueblos para juzgar
las del propio con mayor acierto, y no creer que todo lo que sea
contrario a nuestras modas es ridículo y opuesto a la razón, como
suelen hacer los que no han visto nada. Pero el que emplea demasiado
tiempo en viajar acaba por tornarse extranjero en su propio país; y
al que estudia con demasiada curiosidad lo que se hacía en los
siglos pretéritos ocúrrele de ordinario que permanece ignorante de
lo que se practica en el presente. Además, las fábulas son causa de
que imaginemos como posibles acontecimientos que no lo son; y aun las
más fieles historias, supuesto que no cambien ni aumenten el valor
de las cosas, para hacerlas más dignas de ser leídas omiten por lo
menos, casi siempre, las circunstancias más bajas y menos ilustres,
por lo cual sucede que lo restante no aparece tal como es, y que los
que ajustan sus costumbres a los ejemplos que sacan de las historias
se exponen a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras
novelas y concebir designios a que no alcanzan sus fuerzas.
Estimaba en mucho la
elocuencia y era un enamorado de la poesía; pero pensaba que una y
otra son dotes del ingenio más que frutos del erudito. Los que
tienen más robusto razonar y digieren mejor sus pensamientos para
hacerlos claros e inteligibles son los más capaces de al llevar a
los ánimos la persuasión sobre los que se lo proponen,
aunque hablen una pésima lengua y no hayan aprendido nunca retórica;
y los que imaginan las más agradables invenciones, sabiéndolas
expresar con mayor ornato y suavidad, serán siempre los mejores
poetas, aun cuando desconozcan el arte poético.
Gustaba, sobre todo, de
las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones;
pero aún no advertía cuál era su verdadero uso, y pensando que
sólo para las artes mecánicas servían, extrañábame que, siendo
sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre
ellos nada más levantado. Y, en cambio, los escritos de los antiguos
paganos, referentes a las costumbres, comparábalos con palacios muy
soberbios y magníficos, pero construidos sobre arena y barro;
levantan muy en airo las virtudes y las presentan como las cosas más
estimables que hay en el mundo, pero no nos enseñan bastante a
conocerlas, y muchas veces dan ese hermoso nombre a lo que no es sino
insensibilidad, orgullo, desesperación o parricidio.
Profesaba una gran
reverencia por nuestra teología y, como cualquier otro,
pretendía yo ganar el cielo. Pero habiendo aprendido, como cosa muy
cierra, que el camino de la salvación está abierto para los
ignorantes como para los doctos, y que las verdades reveladas que
allá conducen están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca
me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos,
pensando que para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien
de ella era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser, por
lo tanto, algo más que hombre.
Nada diré de la
filosofía sino que al ver que ha sido cultivada por los más
excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos, y, sin embargo,
nada hay en ella que no sea objeto de disputa. y, por consiguiente,
dudoso, no tenía yo la presunción de esperar acertar mejor que los
demás; y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones
tocantes a una misma materia, sostenidas todas por gentes doctas, aun
cuando no puede ser verdadera más que una sola, reputaba casi por
falso todo lo que no fuera más que verosímil. Y en cuanto a las
demás ciencias, ya que toman sus principios de la filosofía,
pensaba yo que sobre tan endebles cimientos no podía haberse
edificado nada sólido; y ni el honor ni el provecho que prometen,
eran bastante para invitarme a aprenderlas; pues no me veía, gracias
a Dios, en tal condición que hubiese de hacer de la ciencia un
oficio con que mejorar mi fortuna, y aunque no profesaba el desprecio
de la gloria a lo cínico, sin embargo, no estimaba en mucho aquella
fama, cuya adquisición sólo merced a falsos títulos puede
lograrse. Y, por último, en lo que toca a las malas doctrinas,
pensaba que ya conocía bastante bien su valor para no dejarme burlar
ni por las promesas de un alquimista, ni por las predicciones de un
astrólogo, ni por los engaños de un mago, ni por los artificios o
la presunción de los que profesan saber más de lo que saben.
Así, pues, tan pronto como estuve en
edad de salir de la sujeción en que me tenían mis preceptores,
abandoné del todo el estudio de las letras; y, resuelto a no buscar
otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran
libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver
cortes y ejércitos, en cultivar la sociedad de gentes de condiciones
y humores diversos, en recoger varias experiencias, en ponerme a mí
mismo a prueba en los casos, que la fortuna me deparaba, y en hacer
siempre tales reflexiones sobre las cosas que se me presentaban que
pudiera sacar algún provecho de ellas. Pues parecíame que podía
hallar mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace
acerca de los asuntos que le atañen, expuesto a que el suceso venga
luego a castigarle, si ha juzgado mal, que en los que discurre un
hombre de letras, encerrado en su despacho, acerca de especulaciones
que no producen efecto alguno y que no tienen para él otras
consecuencias, sino que acaso sean tanto mayor motivo para
envanecerle cuanto más se aparten del sentido común; puesto que
habrá tenido que gastar más ingenio y artificio en procurar
hacerlas verosímiles. Y siempre sentía un deseo extremado de
aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis
actos y andar seguro por esta vida.
Es cierto que, mientras
me limitaba a considerar las costumbres de los otros hombres,
apenas hallaba cosa segura y firme, y advertía
casi tanta diversidad como antes en las opiniones de los filósofos.
De suerte que el mayor provecho que obtenía era que, viendo varias
cosas que, a pesar de parecernos muy extravagantes y ridículas, no
dejan de ser admitidas comúnmente y aprobadas por otros grandes
pueblos, aprendía a no creer con demasiada firmeza aquello de lo que
sólo el ejemplo y la costumbre me habían persuadido; y así me
libraba poco a poco de muchos errores, que pueden ofuscar nuestra luz
natural y tornarnos menos aptos para escuchar la voz de la razón.
Mas cuando hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo
y tratando de adquirir alguna experiencia, resolvime un día estudiar
también en mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en
la elección de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho
mejor, según creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y
de mis libros.
Cuestiones:
- ¿Qué le provocó a Descartes el estudio de la filosofía escolástica a la que se refiere con el estudio de las letras?
- ¿Qué valora positivamente y qué negativamente de las ciencias que estudió? Fíjate especialmente en las matemáticas, la teología, filosofía,CIENCIAPOSITIVONEGATIVO
- Sintetiza las ideas del texto mostrando en tu resumen la estructura argumentativa o expositiva del texto.
- Explica el significado de los términos matemáticas, filosofía y teología, en el texto.
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