EL
MÉTODO CARTESIANO:
IDEAL
MATEMÁTICO DE CERTEZA, DUDA METÓDICA, Y CRITERIO DE VERDAD.
¿Cuáles son las
operaciones básicas de la mente que nos permitirán aplicar el método matemático en filosofía?,
¿cuáles son las reglas a las que debe ajustarse el método?, ¿cuál
debe ser el punto de partida de dicho método?, ¿qué se entiende por duda
metódica? Si consideramos que el punto de
partida es la duda, ¿de qué tres niveles se
compone esta duda?, ¿cómo se llega a la primera verdad?,¿cómo
sabemos si hemos llegado?, ¿cómo aplicamos dicho criterio?.
A continuación comenzaremos por explicar el
tema de la redacción.
En primer lugar
el método
cartesiano tiene como objetivo principal encontrar un
fundamento sólido que levante el edificio de la filosofía siguiendo
el modelo de las matemáticas, ya que las matemáticas lo que las hacen diferentes del resto de saberes, es la utilización de un
método que si se extendiese a todas las otras ciencias le rendirían
los mismos resultados. Por ello, Descartes nos afirma que la razón
es única, de ahí que el saber sea único, y por tanto deba haber un
único método para llegar a alcanzar la sabiduría. El método que para Descartes respeta la naturaleza única de la razón es el matemático.
Por tanto para alcanzar esa
sabiduría hay que establecer un método. Un método que nos permita
aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, que nos permita
obtener conocimiento evidente de las cosas. Por ello, Descartes
afirma que sólo hay dos operaciones del entendimiento que nos
permiten obtener el conocimiento de las cosas:
la
intuición y la deducción.
“La
intuición”
es como una especie de “luz natural” ya que en ella no
intervienen ni los sentidos ni la imaginación, es un conocimiento
absolutamente cierto, que no deja lugar alguno para duda, por ello
para que un conocimiento sea considerado como intuición se requiere
que posee de claridad y distinción al mismo tiempo que sea
simultáneo e
inmediato, es decir,
que no implique un acto de memoria, es lo que hace que se distingua
de la deducción. “La
deducción”
es un razonamiento, en el que, a partir de unas proposiciones
iniciales, absolutamente
evidentes, indubitables y ciertas,
se llega a una conclusión necesaria. Si las proposiciones iniciales
son verdaderas, la conclusión también lo será.
Por todo ello Descartes lleva cuatro preceptos que debe
de seguir el método: el primero de ellos se basa en la evidencia.
Este primer precepto dice que no hay que
admitir jamás ninguna cosa por verdadera, sólo hay que admitir
aquel conocimiento que se nos presente con tal claridad o evidencia
de tal forma que no quepa la menor duda, es decir, evitando así
tanto la precipitación como la prevención, pues son dos causas de
error, ya que solo debemos comprender nada más que aquello que se
presente con claridad y distinción. Por un lado “precipitación” es aceptar como evidente lo que es confuso,
y por otro lado “prevención”
es todo lo contrario, no aceptar aquello que es claro. Cabe destacar
que los errores no son de la razón, sino de la voluntad, puesto
que tanto en la precipitación como en la prevención no se ajusta a
lo puramente racional. Él término
“claridad” es todo
aquello que se manifiesta sin oscuridad y sin dificultad, y el
término “distinción” es
aquello que es simple que no se puede confundir con ninguna otra
cosa. La segunda regla es la del análisis.
Análisis significa división. Podemos llegar a tener la evidencia de
las ideas simples, pero no de las complejas, por tanto esta regla se
basa en realizar un análisis minucioso o reducir las dificultades
compuestas a las ideas simples, claras y distintas aprehensibles por
la intuición. Por ejemplo la geometría se encarga de descomponer en partes más
simples los datos de la experiencia en puntos, líneas, cuadros etc y a partir de esos datos simples comprender lo compuesto. La tercera regla
es denominada de la síntesis,
consiste en que a partir de los elementos simples conocidos debemos
reconstruir “deductivamente”
el saber. La deducción nace de evidencias donde todas las ideas son
claras y distintas, como por ejemplo nosotros vemos una silla y la
analizamos y la descomponemos entera con todas sus piezas; tornillos,
madera, respaldo… y una
vez que la analizamos, luego podemos encajar las piezas para montar
la silla, el momento del montaje sería la síntesis.
Y por último el cuarto precepto es el de la enumeración,
tanto del análisis como de la síntesis, se trata de comprobar si la
aplicación de las dos reglas intermedias se ha realizado
correctamente :... “hacer en todas partes
recapitulaciones (análisis)
tan completas y revisiones (síntesis)
tan generales, que estuviese seguro
de no omitir nada”.
Por otro
lado, Descartes, a partir
de la primera regla del método o evidencia que exige que para que
algo sea verdadero ha de ser indubitable pone en marcha la
duda como punto de
partida del método, no aceptando nada como verdadero sin que se haya
evidenciado clara y distintamente como tal, siendo esta duda
provisional, hasta que se compruebe su veracidad, siendo el único
camino para llegar a la verdad, indudable y para efectuar
investigaciones positivas. Siendo una duda metódica, pues al final
forma parte de un método para alcanzar la veracidad de los
principios de las cosas, es decir, se duda para dejar de dudar
después.
Así,
Descartes expone tres niveles duda; en primer lugar dudar de como es
el mundo (la fiabilidad del conocimiento
sensible), es
decir, se duda de los sentidos porque en ocasiones nos engañan y no
es lícito fiarse de quién nos ha engañado en alguna ocasión,
además en esta época Galileo había construido el telescopio y
Leeuwenhoek el microscopio lo que era una prueba irrefutable de que
los sentidos nos engañaban. En
segundo lugar Descartes duda de que
realmente exista ese mundo exterior a mis ideas, (la
imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño). Esta
duda se refiere a la imaginación ya que es una facultad que opera y
trabaja con los materiales que les ofrecen los sentidos y, si éstos
nos engañan también puede hacerlo la imaginación.
Y por último, duda de las verdades
matemáticas y nuestra capacidad de conocer (hipótesis
del genio maligno), es decir, duda
de la racionalidad misma . El
primer nivel de duda corresponde a “la fiabilidad de los sentidos”.
Desde bien pequeños estamos acostumbrados a aceptar por verdadero
todo lo que provenga de los sentidos, pero también es cierto que
todos hemos tenido la experiencia de que los sentidos nos llevan al
engaño, como por ejemplo si ponemos la palma de nuestra mano sobre
una barra de hielo, nos da la sensación de que nos quemamos. Por
ello Descartes considera que es posible aplicar la duda a la
fiabilidad de los sentidos, lo cual nos permite dudar de que las
cosas sean tal y como las percibimos, pudiendo llegar hasta dudar de
cómo es el mundo, donde a diferencia de Aristóteles para quien las
imágenes son concretos, singulares y fieles. El
segundo nivel de la duda es “la dificultad de distinguir la vigilia
del sueño”, donde
Descartes llega a dudar de si lo que llamamos “realidad” no es
más que un sueño y lo que
llamamos “sueño” no sería la verdadera realidad.
Ante esta idea afirma que durante el sueño creemos muchas cosas que
son verdaderas siendo nada más que ilusiones y situaciones que al
despertarnos comprobamos que no tienen existencias reales, por lo que
lleva a Descartes a dudar de la imaginación. Y por último el
tercer nivel de duda es “La hipótesis del Genio Maligno”.
En este nivel de duda Descartes nos expone dudar también hasta de
nuestra razón ya que puede existir un genio maligno que nos haya
creado con unos conocimientos que son falsos y nosotros mismos
mediante la razón los consideramos como ciertos, por lo que mediante
esta duda no solo se cuestiona todos los conocimientos, sino también
la capacidad de conocer.
Bien, nos
encontramos en un punto de la redacción donde llevando la duda hasta
estos extremos se nos presenta la primera certeza absoluta dotada de
toda evidencia: la existencia del yo, de
la que no se puede dudar, de ello la famosa frase de Descartes:
“Pienso, luego existo”.
Porque de lo que no cabe duda alguna es del hecho de que yo dudo, de
que yo pienso, ya que mi existencia pensante se encuentra más allá
de cualquier posibilidad de duda, porque la percibo con claridad y
distinción, y está proposición verdadera es la primera verdad ,
porque si yo por ejemplo pienso en un objeto o en una situación,
puedo dudar de que realmente viviera tal situación o de la
existencia de ese objeto, pero de lo que no puedo dudar es de que
dudo de su realidad, es decir, lo pienso, por tanto, no puedo dudar
de mi propio pensamiento. Para Descartes el “cogito,
ergo sum” es una verdad inmediata,
indubitable, evidente, cierta, clara y distinta, una experiencia
pensante única donde se capta la relación del ser y el pensar, la
cual ha superado todos los momentos de la duda metódica. Posee dos
características esenciales de toda verdad: la claridad y la
distinción. Con el cogito
descubre la primera verdad y el criterio de certeza.
En
conclusión, Descartes nos afirma que la razón es única, de ahí
que el saber sea único, y por tanto deba de haber un único método
para llegar a alcanzar la sabiduría, y para alcanzar esa sabiduría
hay que establecer un método, que nos permita aprender a distinguir
lo verdadero de lo falso y para ello sólo hay dos operaciones del
entendimiento que nos permiten obtener el conocimiento de las cosas:
la intuición y la deducción. Por otra
parte Descartes lleva cuatro preceptos que debe de seguir el método:
el primero de ellos se basa en la evidencia
(dudar de todo), la segunda regla es la del
análisis
(pasar de lo complejo a lo simple), la
tercera regla es denominada de la síntesis
(ordenar los pensamientos de lo simple a lo complejo) y
por último el cuarto precepto es el de la enumeración
(recuento, comprobar todo lo hecho para garantizar lo complejo). Por
otro lado, Descartes propone a la duda como punto de partida del
método, no aceptando nada como verdadero sin que se haya evidenciado
claro y distintamente como tal, expone tres niveles duda; en primer
lugar dudar de como es el mundo (la fiabilidad
del conocimiento sensible), seguido de dudar
de que realmente exista ese mundo (la
imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño),
y por último, duda de las verdades matemáticas y nuestra capacidad
de conocer (hipótesis del genio maligno. Y
por último nos presenta la primera certeza absoluta dotada de toda
evidencia que es: la existencia del yo, de
la que no se puede dudar: “Pienso, luego
existo”. Para Descartes el “cogito,
ergo sum” es una verdad inmediata, una
experiencia única donde se capta la relación del ser y el pensar,
la cual ha superado todos los momentos de la duda metódica, ya que
posee dos características esenciales de toda verdad: la claridad y
la distinción.
MIRALLES
BERENGUER, CARMEN
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