lunes, 20 de mayo de 2019

EL MÉTODO CARTESIANO: IDEAL MATEMÁTICO DE CERTEZA, DUDA METÓDICA, Y CRITERIO DE VERDAD. Por Carmen Mirralles


EL MÉTODO CARTESIANO:
IDEAL MATEMÁTICO DE CERTEZA, DUDA METÓDICA, Y CRITERIO DE VERDAD.
¿Cuáles son las operaciones básicas de la mente que nos permitirán aplicar el método matemático en filosofía?, ¿cuáles son las reglas a las que debe ajustarse el método?, ¿cuál debe ser el punto de partida de dicho método?, ¿qué se entiende por duda metódica? Si consideramos que el punto de partida es la duda, ¿de qué tres niveles se compone esta duda?, ¿cómo se llega a la primera verdad?,¿cómo sabemos si hemos llegado?, ¿cómo aplicamos dicho criterio?. A continuación comenzaremos por explicar el tema de la redacción.
En primer lugar el método cartesiano tiene como objetivo principal  encontrar un fundamento sólido que levante el edificio de la filosofía siguiendo el modelo de las matemáticas, ya que las matemáticas lo que las hacen diferentes del resto de saberes, es la utilización de un método que si se extendiese a todas las otras ciencias le rendirían los mismos resultados. Por ello, Descartes nos afirma que la razón es única, de ahí que el saber sea único, y por tanto deba haber un único método para llegar a alcanzar la sabiduría. El método que para Descartes respeta la naturaleza única de la razón es el matemático. 
Por tanto para alcanzar esa sabiduría hay que establecer un método. Un método que nos permita aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, que nos permita obtener conocimiento evidente de las cosas. Por ello, Descartes afirma que sólo hay dos operaciones del entendimiento que nos permiten obtener el conocimiento de las cosas: la intuición y la deducción. “La intuición” es como una especie de “luz natural” ya que en ella no intervienen ni los sentidos ni la imaginación, es un conocimiento absolutamente cierto, que no deja lugar alguno para duda, por ello para que un conocimiento sea considerado como intuición se requiere que posee de claridad y distinción al mismo tiempo que sea simultáneo e inmediato, es decir, que no implique un acto de memoria, es lo que hace que se distingua de la deducción. “La deducción” es un razonamiento, en el que, a partir de unas proposiciones iniciales, absolutamente evidentes, indubitables y ciertas, se llega a una conclusión necesaria. Si las proposiciones iniciales son verdaderas, la conclusión también lo será.
Por todo ello Descartes lleva cuatro preceptos que debe de seguir el método: el primero de ellos se basa en la evidencia. Este primer precepto dice que no hay que admitir jamás ninguna cosa por verdadera, sólo hay que admitir aquel conocimiento que se nos presente con tal claridad o evidencia de tal forma que no quepa la menor duda, es decir, evitando así tanto la precipitación como la prevención, pues son dos causas de error, ya que solo debemos comprender nada más que aquello que se presente con claridad y distinción. Por un lado “precipitación” es aceptar como evidente lo que es confuso,   y por otro lado “prevención” es todo lo contrario, no aceptar aquello que es claro. Cabe destacar que los errores no son de la razón, sino de la voluntad, puesto que tanto en la precipitación como en la prevención no se ajusta a lo puramente racional. Él término “claridad” es todo aquello que se manifiesta sin oscuridad y sin dificultad, y el término “distinción” es aquello que es simple que no se puede confundir con ninguna otra cosa. La segunda regla es la del análisis. Análisis significa división. Podemos llegar a tener la evidencia de las ideas simples, pero no de las complejas, por tanto esta regla se basa en realizar un análisis minucioso o reducir las dificultades compuestas a las ideas simples, claras y distintas aprehensibles por la intuición. Por ejemplo la geometría se encarga de descomponer en partes más simples los datos de la experiencia en puntos, líneas, cuadros etc y a partir de esos datos simples comprender lo compuesto. La tercera regla es denominada de la síntesis, consiste en que a partir de los elementos simples conocidos debemos reconstruir “deductivamente” el saber. La deducción nace de evidencias donde todas las ideas son claras y distintas, como por ejemplo nosotros vemos una silla y la analizamos y la descomponemos entera con todas sus piezas; tornillos, madera, respaldo… y una vez que la analizamos, luego podemos encajar las piezas para montar la silla, el momento del montaje sería la síntesis. Y por último el cuarto precepto es el de la enumeración, tanto del análisis como de la síntesis, se trata de comprobar si la aplicación de las dos reglas intermedias se ha realizado correctamente :... “hacer en todas partes recapitulaciones (análisis) tan completas y revisiones (síntesis) tan generales, que estuviese seguro de no omitir nada”. 

Por otro lado, Descartes, a partir de la primera regla del método o evidencia que exige que para que algo sea verdadero ha de ser indubitable pone en marcha la duda como punto de partida del método, no aceptando nada como verdadero sin que se haya evidenciado clara y distintamente como tal, siendo esta duda provisional, hasta que se compruebe su veracidad, siendo el único camino para llegar a la verdad, indudable y para efectuar investigaciones positivas. Siendo una duda metódica, pues al final forma parte de un método para alcanzar la veracidad de los principios de las cosas, es decir, se duda para dejar de dudar después.

Así, Descartes expone tres niveles duda; en primer lugar dudar de como es el mundo (la fiabilidad del conocimiento sensible), es decir, se duda de los sentidos porque en ocasiones nos engañan y no es lícito fiarse de quién nos ha engañado en alguna ocasión, además en esta época Galileo había construido el telescopio y Leeuwenhoek el microscopio lo que era una prueba irrefutable de que los sentidos nos engañaban. En segundo lugar Descartes duda de que realmente exista ese mundo exterior a mis ideas, (la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño). Esta duda se refiere a la imaginación ya que es una facultad que opera y trabaja con los materiales que les ofrecen los sentidos y, si éstos nos engañan también puede hacerlo la imaginación. Y por último, duda de las verdades matemáticas y nuestra capacidad de conocer (hipótesis del genio maligno), es decir, duda de la racionalidad misma . El primer nivel de duda corresponde a “la fiabilidad de los sentidos”. Desde bien pequeños estamos acostumbrados a aceptar por verdadero todo lo que provenga de los sentidos, pero también es cierto que todos hemos tenido la experiencia de que los sentidos nos llevan al engaño, como por ejemplo si ponemos la palma de nuestra mano sobre una barra de hielo, nos da la sensación de que nos quemamos. Por ello Descartes considera que es posible aplicar la duda a la fiabilidad de los sentidos, lo cual nos permite dudar de que las cosas sean tal y como las percibimos, pudiendo llegar hasta dudar de cómo es el mundo, donde a diferencia de Aristóteles para quien las imágenes son concretos, singulares y fieles. El segundo nivel de la duda es “la dificultad de distinguir la vigilia del sueño”, donde Descartes llega a dudar de si lo que llamamos “realidad” no es más que un sueño y lo que llamamos “sueño” no sería la verdadera realidad. Ante esta idea afirma que durante el sueño creemos muchas cosas que son verdaderas siendo nada más que ilusiones y situaciones que al despertarnos comprobamos que no tienen existencias reales, por lo que lleva a Descartes a dudar de la imaginación. Y por último el tercer nivel de duda es “La hipótesis del Genio Maligno”. En este nivel de duda Descartes nos expone dudar también hasta de nuestra razón ya que puede existir un genio maligno que nos haya creado con unos conocimientos que son falsos y nosotros mismos mediante la razón los consideramos como ciertos, por lo que mediante esta duda no solo se cuestiona todos los conocimientos, sino también la capacidad de conocer.

Bien, nos encontramos en un punto de la redacción donde llevando la duda hasta estos extremos se nos presenta la primera certeza absoluta dotada de toda evidencia: la existencia del yo, de la que no se puede dudar, de ello la famosa frase de Descartes: “Pienso, luego existo”. Porque de lo que no cabe duda alguna es del hecho de que yo dudo, de que yo pienso, ya que mi existencia pensante se encuentra más allá de cualquier posibilidad de duda, porque la percibo con claridad y distinción, y está proposición verdadera es la primera verdad , porque si yo por ejemplo pienso en un objeto o en una situación, puedo dudar de que realmente viviera tal situación o de la existencia de ese objeto, pero de lo que no puedo dudar es de que dudo de su realidad, es decir, lo pienso, por tanto, no puedo dudar de mi propio pensamiento. Para Descartes el “cogito, ergo sum” es una verdad inmediata, indubitable, evidente, cierta, clara y distinta, una experiencia pensante única donde se capta la relación del ser y el pensar, la cual ha superado todos los momentos de la duda metódica. Posee dos características esenciales de toda verdad: la claridad y la distinción. Con el cogito descubre la primera verdad y el criterio de certeza. 



En conclusión, Descartes nos afirma que la razón es única, de ahí que el saber sea único, y por tanto deba de haber un único método para llegar a alcanzar la sabiduría, y para alcanzar esa sabiduría hay que establecer un método, que nos permita aprender a distinguir lo verdadero de lo falso y para ello sólo hay dos operaciones del entendimiento que nos permiten obtener el conocimiento de las cosas: la intuición y la deducción. Por otra parte Descartes lleva cuatro preceptos que debe de seguir el método: el primero de ellos se basa en la evidencia (dudar de todo), la segunda regla es la del análisis (pasar de lo complejo a lo simple), la tercera regla es denominada de la síntesis (ordenar los pensamientos de lo simple a lo complejo) y por último el cuarto precepto es el de la enumeración (recuento, comprobar todo lo hecho para garantizar lo complejo). Por otro lado, Descartes propone a la duda como punto de partida del método, no aceptando nada como verdadero sin que se haya evidenciado claro y distintamente como tal, expone tres niveles duda; en primer lugar dudar de como es el mundo (la fiabilidad del conocimiento sensible), seguido de dudar de que realmente exista ese mundo (la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño), y por último, duda de las verdades matemáticas y nuestra capacidad de conocer (hipótesis del genio maligno. Y por último nos presenta la primera certeza absoluta dotada de toda evidencia que es: la existencia del yo, de la que no se puede dudar: “Pienso, luego existo”. Para Descartes el “cogito, ergo sum” es una verdad inmediata, una experiencia única donde se capta la relación del ser y el pensar, la cual ha superado todos los momentos de la duda metódica, ya que posee dos características esenciales de toda verdad: la claridad y la distinción.
MIRALLES BERENGUER, CARMEN

No hay comentarios:

Publicar un comentario