jueves, 20 de diciembre de 2018

DUALISMO ATROPOLÓGICO. MECANICISMO Y LIBERTAD. (Por Santiago Ortega 2bat.B.

DUALISMO ATROPOLÓGICO. MECANICISMO Y LIBERTAD.

Para una correcta explicación de la temática de la redacción creemos conveniente responder a las siguientes cuestiones: ¿qué se entiende por dualismo antropológico? ¿en qué consiste la teoría antropológica dualista? ¿qué relación hay entre el alma y el cuerpo? ¿qué hacen las pasiones del alma? ¿en que consiste tener libertad?  Por dualismo entendemos una doctrina filosófica o religiosa que explica un orden de las cosas o de todo el universo como resultado de la acción combinada de dos principios opuestos e irreductibles: el cuerpo material y el pensamiento. Y por antropológico, entendemos que es algo que tiene relación con el hombre, que es una ciencia que estudia los aspectos físicos y las manifestaciones sociales y culturales de las comunidades humanas. En el siguiente párrafo explicaremos el dualismo antropológico que Descartes crea.


Descartes elabora una teoría antropológica, que consiste en la concepción del ser humano como un compuesto de las dos sustancias: el pensamiento y la materia extensa, como sustancias independientes e irreductibles entre sí. Hay dos puntos importantes a señalar respecto a esas dos sustancias. La primera, la afirmación absoluta de que el alma y el cuerpo están estrechamente unidos. La segunda, la insistencia de Descartes en afirmar el alma como ser pensante, una sustancia completamente diferente e independiente del cuerpo, materia extensa , y que, pese a esa estrecha unión, puede existir sin él. Entonces el problema que se plantea Descartes en este momento es, el mismo que el de Platón, qué relación hay entre ambas sustancias. A continuación veremos como intenta responder a esta duda Descartes.


Para Descartes este problema es más complicado por dos razones, por que la separación que hay es más radical, puesto que son dos sustancias diferentes e irreductibles, y porque es consciente de que tienen una estrechísima relación entre ellas. Por lo que rectificando a Platón, nos dice que el alma y el cuerpo están más unidos que un piloto a su barco, y nos explica que están tan unidos y mezclados que es como si formaran una misma cosa. Para explicar esto da un ejemplo. Si no formaran una misma cosa, no sentiría dolor cuando estoy herido; sólo como cosa pensante percibiría la herida exclusivamente con el entendimiento, como cuando un piloto ve que se rompe un cabo del barco: pero yo siento dolor, por tanto la relación es muy estrecha. Pero aún así queda la duda de, ¿cómo explicar esta relación? Se trata este de un punto poco fundamentado  en la filosofía cartesiana. Para resolverlo, Descartes recurre a una explicación de tipo fisiológico: nos explica que en el centro, en la parte más baja del cerebro, se encuentra una glándula, denominada pineal, que sería el punto de contacto donde tendría lugar la interacción cuerpo-alma. Puesto que el alma y el cuerpo se encuentran estrechísimamente unidos pese a ser dos sustancias completamente independientes y distintas es preciso saber cómo las pasiones siendo corporales han de ser gestionadas por el pensamiento.  

Para saber lo que producen en nosotros estas pasiones, hemos de saber que éstas son percepciones, sentimientos o emociones que se dan en nuestro cuerpo y que afectan al alma, pero cuyo origen no se encuentra en ella. El origen de las pasiones es el cuerpo y son causadas por las fuerzas vitales o las tendencias del cuerpo. Las pasiones se caracterizan por ser involuntarias, pues no dependen del alma racional, sino que se le imponen a ella, e irracionales, pues no son acordes con los dictados de la razón, obligando a la voluntad a establecer una lucha para someterlas a su control. Por lo que la fuerza del alma y la razón consistirá, en tratar de controlar y dirigir las pasiones. Para Descartes las pasiones no son siempre malas, pero su exigencia de ser satisfechas de forma inmediata, y su fuerza, obligan a la voluntad a una lucha para orientarlas racionalmente. Las pasiones no son en sí mismas ni buenas ni malas; lo bueno o malo es el uso que se haga de ellas, por lo que hemos de aprender a gobernarlas racionalmente. En este combate, la razón es la encargada de proporcionar el conocimiento y los juicios para que la voluntad pueda conducir adecuadamente las acciones de la vida. En esta lucha del alma por controlar las pasiones es donde interviene la libertad, de la que trataremos en el siguiente párrafo.


La libertad sólo puede residir en el alma, porque al no ser sustancia extensa no está sometida al dictado de las leyes necesarias de la mecánica. El alma tiene dos funciones, el entendimiento y la voluntad. El entendimiento es pensar, y la voluntad es la facultad de negar o afirmar, y Descartes la identifica con la libertad. Por lo que para Descartes, la existencia de la libertad es algo evidente, y es además la máxima perfección del hombre. Porque la libertad es algo que Dios nos da y como todos sabemos Descartes afirma la existencia de Dios. La libertad es la característica esencial de la voluntad y es ella la que nos puede llevar a la verdad o al error, al bien o al mal, según como la utilicemos. Nos lleva a la verdad la voluntad cuando obedece a una razón pura y atenta. Por lo que respondiendo a la pregunta inicial, la libertad es básicamente la capacidad de elegir entre diversas opciones que se nos presenten. Pero añadimos a esto, que la indiferencia no es libertad, pues la indiferencia se debe a la ignorancia del entendimiento. Solo cuando el entendimiento tiene las ideas claras sobre lo bueno y lo malo, la voluntad se avendrá al dictamen del entendimiento. Esto exige el evitar la precipitación, es decir, que la voluntad acepte algo antes de ser sometido y analizado al nivel de la razón; o la prevención, es decir, que la voluntad se niegue a aceptar el juicio evidente de la razón por exceso de escepticismo. De este modo Descartes intentará salvar la libertad dentro de una universo mecanicista. No obstante, su planteamiento se encontró con objeciones de difícil resolución como la presciencia divina.

La teoría de la presciencia divina dice que Dios al ser el creador de todo, es también el creador del hombre, al ser omnisciente significa que lo conoce todo, por lo tanto, conoce el futuro, al conocer el futuro conoce las decisiones que los hombres tomarán en ese futuro, por lo tanto, en ese caso los hombres no serán libres, pues harán las acciones que Dios de antemano ya conoce que harán. Descartes intentó contestar a esta  objeción en una carta a Elisabeth de Bohemia diciendo que la presciencia divina no es incompatible con el mismo hecho de que el ser humano sea libre, pues que Dios pudiese conocer el futuro no entra en contradicción con que el hombre libremente decida en ese futuro lo que Dios conoce que decidirá. Para ilustrarlo Descartes, que vivió en una época en el que los duelos entre getilhombres eran comunes, lo compara con un rey que conociendo dos getilhombres de su reino que viven a una considerable distancia y conociendo de su enemistad puede hacerles coincidir en una plaza, sabiendo que si coinciden no dejarán de batirse en duelo, pero aún conociendo eso, el conocimiento del rey no es un impedimento para que los getilhombres actúen libremente. Pues el conocimiento de Dios es incomparablemente mucho más grande que el de el más insigne de los reyes. 

En conclusión, Descartes diferencia dos sustancias, el alma como ser pensante y el cuerpo como materia extensa. El cuerpo está sujeto a las leyes de un universo mecanicista, por lo que carece de libertad. Por lo que la libertad solo puede existir en el alma y Descartes la identifica con la voluntad, en la voluntad se halla la explicación del error por precipitación o prevención. A su vez la voluntad  tiene que luchar con las pasiones del alma y someterlas al dictamen de la razón. Así el alma se ve obligada a satisfacer las pasiones, pero tiene que aprender a controlarlas y dirigirlas. Como el alma es el ser pensante es el que entiende y tiene ideas claras, y con estas la voluntad sabe lo que está bien y lo que está mal, y con esto es capaz de elegir como actuar. Y la libertad consiste en el sometimiento de la voluntad al entendimiento, y este entendimiento es la idea central de la ética cartesiana.